CRÓNICA DE UN AYUNO INVOLUNTARIO

 

Cada vez que nos enfrentamos a una ausencia nos damos cuenta de lo poco que habíamos calibrado la presencia hasta que perdemos la situación o la persona.

Llegó el día grande de nuestra ya añosa promoción y Teo vivía el día con una emoción diferente. En realidad la tan celebrada comida de otros años había quedado apagada en un segundo plano, en una parada del tiempo no vivida ni imaginada hasta la fecha. Ese momento que todos tememos pero que nunca creemos que pueda llegar, llegó. Teo acababa de sufrir en su interior la muerte de dos seres queridos, los dos primeros que conoció en su vida, su padre y su madre. Totalmente desorientado por el evento, roto por la dureza del momento, confuso por la irreversible fatalidad, impregnado por la perplejidad más ingenua, Teo se detuvo a pensar de manera evasiva como huyendo de aquel lugar, de aquel día y de aquella situación. Deambulando por sus confusos pensamientos de repente recordó que en ese preciso instante sus compañeros del ya viejo colegio departían con su reunión anual en algún lugar donde su mente comenzó a volar.

La cerveza de bienvenida repleta de sorpresas por los últimos cambios en la fisonomía de los comensales, aderezados con un nuevo repertorio de arrugas y canas. El volumen creciente de las voces según la convocatoria crece y se dispersa impregnada por las primeras dosis de alcohol y euforia. La comida en si, siempre sorprendente, siempre esperada e imaginada. Las novedades que cada uno aporta al ya pasado último año. La nota de las ausencias voluntarias e involuntarias. Y otra vez las copas con discursos, cánticos e improvisados protagonistas de última hora. El emocionante y emotivo momento de los regalos y los sorteos. La barra libre cada vez más difícil de llevar con decoro y entereza porque el tiempo no perdona y cada organismo asimila los excesos de manera diferente ya que cualquier tiempo pasado fue mejor. La languidez y la melancolía de los últimos momentos cuando la reunión llega a su inefable fin. La despedida y el hasta siempre que Teo--- en su duelo emotivo y doloroso---, imaginaba como un hasta siempre y un gracias por ser como sois y no olvidaros los unos de los otros por ninguna razón o diferencia.

Salió de repente de sus pensamientos y anhelos, de sus disquisiciones e instantes de reflexión para volverse a sumergir en su amargura y acompañada soledad de cementerio. Sólo fue un instante, fugaz y misterioso, pleno y recóndito, recogido y feliz, pero suficiente para saber que no muy lejos de allí había suficientes amigos que lo acompañaban y lo arropaban en el día más triste de su vida.

 

                        Cristóbal L. Moya-Angeler Pajares      5 de junio de 2009